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Itinerario navideño por pueblos de Huesca

Las Fotos de los Lectores

No tienen decoraciones de récord ni tampoco destacan por sus mercados de artesanía, pero tienen magia

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Navidad en la Plaza Mayor de Campo.

Gema Abad Ballarín

* La autora forma parte de la comunidad de lectores de La Vanguardia

Desde la provincia de Huesca quiero resaltar en Las Fotos de los Lectores de La Vanguardia la magia de las fiestas navideñas a través del recorrido por algunos de sus pueblos. 

No se trata de localidades con decoraciones de récord o que destaquen por sus mercados de artesanía, aunque una de ellas, Aínsa, tiene una zona donde se concentran un reducido número de puestos alrededor de una gran hoguera. Es un espacio para que los visitantes puedan tomar algo mientras se calientan y contemplan los artículos elaborados de manera artesanal. 

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Belén hecho de punto expuesto en una parte del Ayuntamiento de Aínsa.

Gema Abad Ballarín
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Imagen de la plaza de Aínsa iluminada con la iglesia al fondo.

Gema Abad Ballarín

En Roda de Isábena, que junto con Aínsa es uno de los pueblos más bonitos de España, son pocos los que estos días han visitado su catedral y su casco histórico, pero el alma de la Navidad queda reflejada en unas cuantas luces que iluminan sus calles y en la escena de un Nacimiento al lado del antiguo altar románico de la cripta que acoge el sepulcro de San Ramón y que es una de las joyas de la catedral. 

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Cripta de Roda con el nacimiento al lado del altar románico que acoge el sepulcro de San Ramón.

Gema Abad Ballarín

Son en estas localidades pintorescas, dignas de postal, con calles empinadas y perfectamente adoquinadas, con casas de piedra y con algunos balcones decorados y plazas medievales iluminadas, donde es fácil sumergirse en un espíritu navideño de paz y tranquilidad, mientras un fondo de montañas permite sentirse más cerca de ese encanto invernal.

Como hija que soy del pueblo de Campo, situado en la comarca de Ribagorza y ubicado a orillas del río Ésera, seguiré ese itinerario para hablar de alguna de las tradiciones presentes en estas fechas.

Las Navidades comienzan con la “fogata”, una gran hoguera que se enciende en el centro de la Plaza Mayor y que permanece activa día y noche desde el 24 de diciembre por la tarde hasta el día de Reyes. Su función primordial es reunir a sus vecinos y personas que pasan sus vacaciones aquí para charlar, disfrutando del calor del fuego. 

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Hoguera en la Plaza Mayor de Campo.

Gema Abad Ballarín

También hay ocasión para aprovechar las brasas como barbacoa y poder degustar una merienda o cena con productos típicos de la zona. Una tradición muy arraigada dentro del hogar y que es otra manifestación del ritual del fuego es la “tronca”. 

Se trata de un tronco hueco. Se hace en Nochebuena, dedicada a los niños, y consiste en esconder debajo de la misma golosinas y regalos, todos ellos tapados con una manta para evitar que se puedan ver. Para ello hay que retirarse a una sala contigua o a algún lugar desde donde los rezos o los villancicos, cantados por los más pequeños y acompañados de algún mayor, predispongan a la tronca para que, ya preparada por el calor del hogar, “cague” los regalos, no sin antes ser golpeada por un palo de madera o las tenazas de atizar el fuego, mientras suenan estas palabras “Tizón, caga turrón”.

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Detalle de la “tronca” en Nochebuena (Campo).

Gema Abad Ballarín

Esta es la fórmula inicial, donde se nombra una de las golosinas que se solía poner: el turrón de guirlache, hecho en casa o comprado en la plaza del pueblo, donde se exponían en una mesa y se vendían turrones elaborados por el ”turronero”, un pastelero de Graus, pueblo a pocos kilómetros de Campo.

Siguiendo con la gastronomía, los “pastillos”, preparados con una masa hecha con harina a la que se le añade huevo, azúcar y aceite y se rellenan normalmente de nueces, calabaza o manzana, continúan siendo un dulce típico de Navidad, aunque han pasado de hacerse en todos los hogares y cocerlos en el horno local a estar en venta en la panadería todo el año. 

Durante estos días, algunas familias siguen elaborándolos en sus casas y ya no es necesario un distintivo para identificarlos como se hacía cuando se llevaban al horno del pueblo. Todavía puedo percibir entre mis recuerdos ese aroma embriagador que llenaba el aire y que se extendía por todos los sitios anunciando la llegada de la Navidad.

Pongo fin a este recorrido por mi tierra, esperando que esta festividad que todos estamos viviendo vaya más allá de los regalos, las luces y las decoraciones y sea un momento de introspección y gratitud, donde recordemos lo verdaderamente importante: las relaciones humanas y los valores que guían nuestra vida.

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Belén de la iglesia de Campo.

Gema Abad Ballarín
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